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Charla de Alejandro Dolina

Julio Verne

...ahí en la desembocadura del Loira, donde empezaron a construirse algunas casas y en una de esas casas nació el 19 de febrero de 1828 Jules. El padre de Jules era Pierre, un abogado de renombre, se había casado con la hermosa Sophie Allote de la Fulliet, perteneciente a una de aquellas familias de armadores que habían cimentado la prosperidad de Nantes. El abogado Verne era severo, autoritario, estaba obsesionado con la puntualidad, con el decoro, era, sin embargo, un poco poeta, le gustaba la música, pero en los ratos libres, que es la peor manera de ser músico y poeta, en los ratos libres; el músico y el poeta no tienen ratos libres; ratos libres tienen solamente los abogados. Por eso cuando alguien es músico en los ratos libres, suena como si fuera un abogado. (Toca el piano, perpetuo litigio.)

En cuanto a la madre, Sofía, tenía varios parientes artistas, uno de ellos, el pintor Lase de Chateaubourg, retratista del escritor Chateaubriand, y este tío, este..., fue el que le regaló a Jules sus primeros libros; estos primeros libros fueron las obras de Shakespeare.

Jules pasó su infancia entre el mundo ordenado que propugnaba su viejo, el abogado, y las aventuras que los marineros contaban en el puerto de Nantes y los libros.

Jules tenía una prima llamada Carolina, de la cual estaba profundamente enamorado ya desde niño y un día, en agosto de 1839, se embarcó clandestinamente en una fragata, la "Coralie", se embarcó para ir a las Antillas y su padre lo agarró unos minutos antes de la partida; le dio una "viava" como para la historia y Jules argumentó que iba a buscar un collar de coral en alguna tierra lejana para regalárselo a Carolina: tenía once años. El padre le hizo jurar que no viajaría más, salvo en sueños.

Ocho años después de aquel intento pidió la mano de Carolina y ella se le rió en la cara, en realidad no pidió la mano, está mal dicho esto, parece que encaró a Carolina y..., no le va a pedir a ella misma la mano, bueno, se le tiró a Carolina, digámoslo de una vez, y ella se le rió en la cara, que es, por otra parte, el único lugar donde se le pueden reír a uno, salvo que ya la humillación supere límites de lo razonable, ¿dónde querés que te me ría? Días después, para completarla, se casó con otro tipo, Carolina, con un rico heredero de Nantes y lo dejó allí humillado, abandonado a Julio. Rechazado entonces definitivamente, Jules huyó a París, se fue a París para iniciar su carrera jurídica; allí, era el año 1848, como todos ustedes saben, revolución, cae el régimen de Luis Felipe, aquella revolución estaba en su punto culminante y en una carta a sus padres Julio Verne cuenta: "He recorrido los lugares de la revuelta, he visto las casas acribilladas y con las cicatrices de los recientes cañonazos. En cuanto a mí, cierro mi puerta y me quedo en casa trabajando, porque nada tiene que ver conmigo." Es decir, no se metía.

En París se alquiló una buhardilla, en el bulevar Bonne Nouvelle. Estudiaba poco, leía mucho y escribía todavía más.

Y el padre en Nantes estaba como loco; no podía entender como su hijo, en vez de estudiar derecho, transitaba junto a unos amigotes, ahí, la bohemia parisina. En una carta al abogado, a un amigo, el abogado Pierre escribía..., ¡no!, esto lo escribe Julio Verne, perdón, sí, es la letra de Julio: "La fatalidad me clava en París –tenemos las cartas aquí– pues siendo un humilde literato jamás podría ser un buen abogado, no sabiendo ver más que el lado cómico o artístico de las cosas, me declaro incapaz de ver sus contornos reales." No está mal, lo voy a leer de nuevo: "... no sabiendo ver más que el lado cómico o artístico de las cosas, me declaro incapaz de ver sus contornos reales."

Cuando el padre se entera de estas cosas, adiós, herencia, adiós, dineros paternos, se acaba la ayuda y bueno... Ya sin la ayuda del viejo, Jules se junta con unos muchachos, funda un "cenáculo juramentado contra las mujeres crueles"; se llamaba ese cenáculo, "Los Once sin Mujeres", ¡lindo lugar para no ir! Eran unos muchachos que, bueno, que habían sufrido algún desengaño.

La penuria económica, la falta de ropa adecuada resultaba también un obstáculo irritante para entrar en los salones literarios, no podían entrar porque no tenían pilchas; con sus amigos compartía los botines y el "jetra". Compraron uno entre todos, no un botín, sino un traje y durante las noches hacían un sorteo para ver a quien le correspondía vestir elegantemente en algún lado. Dicen que en esa época, durante meses, se alimentó sólo de ciruelas, no por ser vegetariano, por cierto, sino por mera "miyiadura". Además de los pocos dineros que "rajuñaba" lo que quería (?) era terminar con su colección de las obras de Shakespeare; en tales condiciones le escribió a la vieja y le dijo: "Mis calcetines de lana están muertos y enterrados con todos los honores. Los que llevo de algodón se parecen a una tela de araña en la que hubiera permanecido varias horas un hipopótamo; nunca el agujero ha dado tantas pruebas de fecundidad. La realidad rodea aún mis pantorrillas, pero mis pies van pisando la nada." Escribía bien, Julio, al menos las cartas a su madre.

Al poco tiempo consiguió trabajo como administrativo en un teatro, siguió leyendo mucho, descubrió la extraña obra de un escritor norteamericano, todavía no traducido al francés [¡no!], Edgar Allan Poe: quedó deslumbrado. Más tarde fue Baudelaire, quien tradujo la obra de Poe al francés. A Verne le apasionaba el espíritu de observación, la sagacidad deductiva, la poesía, la atracción por lo desconocido. Conoció también a Dumas padre, compartió con él algunas cenas. Dumas lo recomendó a algunos amigos suyos, que eran editores de revistas.

En 1850 consiguió estrenar con poco éxito una comedia, "Las pajas rotas". En el 52 publicó "Castillos de arena en California" donde trataba el tema de los buscadores de oro. Luego llegó "Martín Paz", una novela [cuento] que estaba ambientada en Sudamérica. El éxito comenzó con "Los primeros buques de la armada mexicana" que está basada en las peripecias de dos barcos españoles que se pasan a la causa de la independencia.

En el 56 se va del grupo "Once sin mujeres" porque quería casarse. En el casamiento de un amigo, había conocido a una mina, una muchacha de 26 años llamada Honorine, era hermosa, era viuda, tenía dos hijas. Al año siguiente, vestido de blanco, con guantes negros contrajo matrimonio con la viuda, le pidió un préstamo a su madre para casarse, el padre no le daba más bolilla.

Y bueno, hacia 1861 la opinión pública francesa, como ahora, se preocupaba por cosas, por noticias extravagantes, es decir, había cosas de las que todo el mundo hablaba en las peluquerías. Había un viajero, inventor y aventurero, Félix Tournachon, que muy pronto alcanzaría la fama con el seudónimo Nadar, anunciaba su proyecto de cruzar el Atlántico en un globo y por otra, todos seguían los comienzos de la expedición de Speke y Burton en busca de las fuentes del Nilo. Y Verne también leía estas cosas, y mezclándolas construyó un relato y en 1862 se presentó ante el editor Hetzel y le mostró el relato. Era una crónica de un supuesto viaje en globo. El editor le dijo: "Mire, trabájela un poco más y haga una novela de verdad y le firmaré un contrato." Y ahí lo trabajó Verne al relato y el resultado fue "Cinco semanas en globo", que fue un éxito.

Con este libro inició su ambicioso proyecto "Viajes extraordinarios", que era un paseo completo por el cosmos de un hombre del siglo XIX.

Escribió "Viaje al centro de la Tierra"; para eso estudió geología, mineralogía, paleontología. Todos los críticos coincidían en que Verne poseía una extraordinaria intuición científica, sin aclarar en qué consistía..., qué cosa es una intuición científica, pero la tenía. Intuición científica debe ser adivinar lo que no se sabe, digo yo, no sé.

Su tercer gran libro fue "De la Tierra a la Luna", cuya publicación despertó un gran entusiasmo por los viajes espaciales, su despacho se llenó de cartas solicitando reservas para el próximo viaje lunar. Después vino "La vuelta al día en 80 mundos", ¡no!, "La vuelta al mundo en 80 días"; Cortázar tiene un libro que se llama así. Éste tuvo más éxito todavía que las anteriores. La iba escribiendo por entregas y la gente apostaba a ver si Phileas Fogg iba a llegar a cumplir el desafío de los ochenta días o no: esas cosas. Incluso las compañías de navegación transatlántica se disputaron el honor de trasladar supuestamente a ese viajero, a Phileas, ¡bah!, todas esas cosas, todo el mundo quería aprovechar el éxito de esa novela por entregas.

Llegó el bienestar económico, después escribió "Veinte mil leguas de viaje submarino", el capitán Nemo era el personaje más famoso de Francia. Pero vinieron problemas: Verne tuvo con la viuda un hijo, Michel, que cuando creció provocaba muchísimos escándalos amorosos. Parece que acosaba a todas las muchachas del barrio y Jules tuvo que internarlo en un reformatorio al pibe. Estaba como loco el tipo. Y después vivió amargado por este hecho, sin que se entienda bien por qué, después de todo el pibe...

Tuvo un incidente muy desagradable con un sobrino, Gaston, el hijo del hermano de Jules, Paul. Gaston no tenía todos los jugadores y un día vino con un revólver, le tiró un tiro y se lo encajó en la "gamba" a Julio Verne, que anduvo rengueando hasta el final de sus días. Entonces se refugió en la soledad de la escritura, seguramente para que no le pegaran otro tiro. Me hace gracia cómo disciernen algunos biógrafos: "A partir de este incidente se refugió en la escritura." ¿Cómo "se refugió en la escritura"? ¿Para qué? ¿Para que no le pegaran más tiros? Me lo imagino al tipo escondido atrás de los libros.

Y aparecieron "Los hijos del capitán Grant", que es una novela un poco insoportable, "Miguel Strogoff", que no está mal, y "La isla misteriosa", como siempre, yo, que llego tarde a todas partes, fue la primera novela de Verne que leí. Llegan en un globo unos tipos, una especie de..., se parece mucho a "Robinson Crusoe", porque los tipos aparentemente van sacando de la nada todo, pero no es de nada (?), no es de nada (?).

Su última reunión pública se realizó en ocasión de una fiesta en su honor en los salones del consulado francés de Tánger. Parece que..., tuvo un incidente que me gusta mucho. Estaba bailando, imagínese, consulado francés de Tánger, milonga, yo creo que es el consulado de Tánger en Francia, que es muy otra cosa, le presentaron una mina, Carolina Souseau, y estaba bailando con la mina y la mina se quejó de que las ballenitas del corsé le apretaban intensamente, estaba milongueando, "¡ay!, mire, las ballenitas..., las ballenas del corsé me vuelven loca" dijo la mina y el escritor le dijo: "¡Quién pudiera pescar ballenas en tan gratos parajes!" Y la mina se enojó, se puso como loca, empezó a los gritos y el tipo que venía con ella, el conde de Alville retó a Verne a duelo: "Yo le voy a dar, pescar ballenas... en el corsé de esta señora, el único que le pesca las ballenas soy yo." "¿Y usted quién es?" "Yo soy el que le aceita los patines" dijo el conde de Alville. Y lo retó a duelo; le ofreció a Verne que eligiese las armas y Verne le dijo que ya tenía armas, las más afiladas, que eran las palabras, dijo Verne y se fue, medio ligero.

No es una respuesta realmente ni muy brillante ni muy digna de ser contada en una biografía a favor.

- Pero ya había tenido la experiencia del tiro.

"Las mejores armas ya las tengo," dice "son mis palabras que están muy afiladas" dijo ya mientras iba por la ester... (?).

- Se hacía el inteligente y tenía miedo.

Bueno, murió en 1905, rodeado de sus familiares, les dijo a todos: "Sed buenos" y se murió. En la lápida de su tumba se lee: "Hacia la eterna juventud".

Y aquí es donde quiero comentar la mala suerte que ha tenido Verne, que era un gran escritor, quizá no de la talla de otros contemporáneos suyos, que están con más frecuencia en nuestras manos. Pero resulta ser que casi nunca se lo recuerda como escritor sino como anticipador de la tecnología del siglo XX. Particularmente en todos los prólogos..., en "De la Tierra a la Luna" hay uno que dice: "Y no sé cuantos años antes del Sputnik Julio Verne se anticipó con su...," ¿cómo se anticipó?, ¿qué me venís?, ¿qué tiene que ver?, escribió una novela. ¿Sabés con qué rapidez llegan a la Luna los cohetes escritos? No necesitan combustible, no necesitan inversión... metálico, nada. Yo no sé..., no sé si alguno de ustedes habrá leído la novela, el cohete que inventó Verne no hubiera podido llegar pero no a la Luna, a ninguna parte. No tenía ningún sistema para respirar..., bueno, no importa, no voy a describir las fallas del cohete de Verne, porque después de todo, el no se proponía construir un cohete para ir a la Luna, se proponía escribir una novela, y lo logró, es una novela interesantísima, pero los que se proponían hacer llegar el cohete de Verne a la Luna, eran los críticos, especialmente los críticos de nuestro tiempo, que se asombran: "¡Ay! ¡Mire! ¡El submarino! ¡Se anticipó a la invención del submarino!" No se anticipó nada. Se hubiera anticipado si hubiera construido un submarino. No lo construyó, lo escribió. El submarino escrito llega siempre a destino, si uno quiere, salvo que el autor se ponga loco y lo hunda. Y ahí estamos, admirando a un Verne constructor de cohetes del espacio o constructor de submarinos: no fue nada de eso.

Lo mismo le pasa a Discepolo. Discepolo compone el tango "Cambalache", ni siquiera creo que sea su mejor tango, pero esa es otra historia, supongamos que sí, y el tango describe la realidad argentina en 1936, y está fenómeno. Ahora bien, ese ya es un mérito suficiente, ¿qué quiere? Algunos dicen: "Pero mire ese tango que fue escrito hace más de 50 años y todavía tiene vigencia. ¡Qué grande Discepolo!" ¡No! ¡"¡Qué grande Discepolo!" no! ¡Qué pequeños nosotros! ¡Qué mala suerte hemos tenido, que nos siguen describiendo las mismas palabras de 1936, caramba! No es mérito de Discepolo que el mundo sea una porquería, ni haber imaginado..., él no pensó en 1997, pensó en escribir un tango, no quería construir un cohete para ir a la Luna, ni anticiparse al submarino. Lo escribió ahí y quería leerlo ahí, en ese momento.

De manera entonces que la coincidencia entre los episodios de una novela y el futuro no son méritos literarios, son méritos extraliterarios, si es que son méritos. Por otra parte, y para decir la última cosa, se puede concebir una novela espantosa que describa puntualmente el submarino en 1714 y una gran novela que lo describa mal. Uno no va a las novelas en busca de descripciones del submarino, y mucho menos, uno no va a novelas del año 1880 para eso; para una descripción adecuada del submarino está bien la revista "Mecánica Popular" o cosas así, donde nunca escribió Julio Verne.

Tiemblo pensando en los posibles aciertos de algunos escritores de ciencia-ficción. Tiemblo pensando en que, por ahí, nuestro querido amigo Asimov la emboque en algo y estén nuestros nietos condenados a la admiración de Asimov durante toda la vida porque justo acertó una máquina. Bueno, acertar máquinas no es mérito de literato, pero es mérito que le atribuyen a los literatos gente que sabe más de máquinas que de literatura. Verne era un gran escritor, pero no tan grande como otros amigos de este programa. Igualmente, muchas de nuestras horas juveniles han sido iluminadas por él. Seguramente Verne llega antes que otros; quizá no sea el mejor de todos, pero casi siempre se anticipa a los Tolstoi, a los Kafka, en las manos de los chicos, porque su literatura está llena de juventud y de vida y de luz. Entonces llega temprano, llega a los trece, a los doce; está bien, no nos lleva a la Luna, nos lleva a otra literatura más grande, más profunda, es una buena puerta para empezar a leer, Julio Verne.

Por eso le dedicamos esta charlita y le dedicamos también la charla en virtud de su carácter de enamorado, pobrecito, ya a los once años sufrir una decepción y repetir con la misma mina a los dieciocho es un comienzo pésimo. Y también porque comió ciruelas en París, semanas y semanas, una "miyiadura", todo porque no quería ser abogado.

Entonces, con lo bien que nos caen los tipos que han sufrido un desengaño amoroso, con lo bien que nos caen los tipos que ya a los once años están enamorados, con lo bien que nos caen los tipos que no tienen guita en París y con lo mal que nos caen los abogados, le dedicamos esto a don Julio Verne que no quiso ser abogado y prefirió ser escritor y enamorado. Y qué le dedicaremos sino "Anclado en París" que es como estuvo el pobre Verne cuando se peleó con el viejo. Don Carlos Gardel, otro francés ilustre, le canta a su compatriota Jules. ¡Adelante!